World of Tibia. Génesis. Libros II y III

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La Gran Creación (II)


Con su divina sabiduría, Uman se dio cuenta inmediatamente de que Tibiasula podría ser una aliada poderosa en el proyecto de la creación, y pronto le pidió que uniera fuerzas con Fardos y consigo mismo, para trabajar en la enorme tarea que estaba ante ellos. Tibiasula, que también fue cautivada por la idea de la creación, fue fácilmente convencida. Y ahora eran tres creadores, donde previamente había solo dos, y juntos empezaron a trabajar con un vigor renovado. Esta vez, sin embargo, eligieron un enfoque diferente. Uman, cuya naturaleza lo destinaba para revelar secretos y ver lo que otros no podían, se dió cuenta que algo faltaba, un punto fijo, un fundamento firme en el cual la creación podría ser construida. Sin ella, no habría manera de enfocar las fuerzas creativas, y los esfuerzos de todos los dioses serían en vano. Y Uman inventó así tiempo! Él sabía que si el vacío fuera fijado en el movimiento, y sujetado al flujo eterno del tiempo sería mucho más fácil enfocar sus poderes divinos.



Pero antes, el tiempo tenía que ser creado. Con este fin, todos los dioses combinaron sus energías. Incluso Zathroth, la mitad malvada de Uman que despreciaba abiertamente la creación, fue fascinado por la idea del tiempo, y él acordó ayudar a los otros dioses en su esfuerzo. Su oferta fue aceptada alegremente, ya que los otros dioses no sabían lo que él había visto claramente desde comienzo: Ese tiempo llevaba consigo una semilla de destrucción. Él comprendió que en un mundo que estaba sujeto al incesante paso del tiempo, sería condenado para fallecer lentamente, y por este motivo aceptó alegremente ayudarlos en su creación. Y ahora una vez más los dioses supremos trabajaron juntos y echaron sus energías combinadas en el vacío. Y cuando observaron una espiral enorme, que tomó forma en el vacío, una columna cristalina de tiempo, que era el fundamento de la creación entera, los dioses se regocijaron. Zathroth, sin embargo, se regocijó aún más, porque él sabía que ahora toda la creación estaría estropeada de una manera en la que nunca podría ser terminada.

Zathroth se había opuesto a la idea de la creación desde el inicio, y él había jurado secretamente frustrar los planes de los otros dioses por cualquier medio que fuera necesario. Con este fin él había asistido en la creación del tiempo, y ésta era la razón por la cual finalmente decidió matar a Tibiasula. Él había tenido un resentimiento contra la diosa desde que la crearon, porque a él le desagradaba compartir su estado divino con otra persona más. Sin embargo, su desagrado se convirtió en odio mortal cuando vio que Tibiasula llenó con éxito el vacío, que él, Zathroth, había dejado al no participar en la creación. Finalmente, llevó su mentalidad hasta lo impensable. Creó secretamente una daga de gran energía, en la cual depositó todo su odio y su energía destructiva, un arma que fue creada para matar a un dios. Entonces él se quedo esperando, esperando el momento perfecto. Y ese momento llegó. Un día profético, cuando los otros dioses tenían signos de agotamiento por acabar la columna del tiempo, Zathroth utilizó la oportunidad y tomó Tibiasula a un lado. Ella, inocente y perfectamente inconsciente de las intenciones malévolas del dios, era presa fácil. Zathroth empujó la daga en su corazón con toda la fuerza que pudo reunir. Hirió mortalmente a la diosa, y esta se hundió en la tierra, y de su cuerpo sangraron los elementos: el fuego, el agua, la tierra y el aire - los componentes de su ser divino que habían sido rasgados de su armonía anterior por la horrible traición de Zathroth.

Cuando se enteraron sobre el hecho atroz, Uman y Fardos quedaron en shock. Intentaron aferrarse a Tibiasula que moría, esperando guardarla de la desintegración en el vacío, como sus creaciones anteriores. Cuando todo había fallado llevaron a cabo un desesperado plan: Decidieron hacer un poderoso hechizo, que ataría el cuerpo de Tibiasula a la columna del tiempo. Zathroth rió triunfantemente, pero este vez tuvo un error fatal, porque no pudo escuchar cuidadosamente las palabras que Uman y Fardos pronunciaron, y así perdió la oportunidad de aprender los secretos de la creación, un secreto que sería ocultado de él para siempre. Uman y Fardos, sin embargo, unieron los elementos en filamentos de gran poder. Estaba más allá de su poder unirlos a su armonía anterior, sino que por el contrario alcanzaron algo que era en conjunto, nuevo: La primera creación genuina.



Nacimiento de los Elementos (III)


Entonces vino a pasar que Tibia, la base viva de toda la creación, había nacido. Se derivó del elemento de la tierra, mientras que Sula, el mar poderoso que oleaba suavemente contra las orillas Tibia, fue creado del elemento del agua. El aire se levantó sobre la creación se extendió como una manta protectora sobre él, mientras que el fuego era el fundamento, calentando la tierra con sus llamas eternas. ¡Finalmente, todos los elementos habían tomado sus lugares para formar el mundo, y cada uno de las partes individuales del dios chispeaba con energía divina! Desafortunadamente, sin embargo, era salvaje e impetuoso, conducido por sus naturalezas impulsivas. Estaba claro que ninguna de los elementos habían heredado el espíritu tierno de Tibiasula - la armonía había sido destruida por siempre. Sin embargo, Uman y Fardos no se dieron por vencidos. Decidieron crear algo nuevo, que proviniera de los elementos, algo que se asemejaría a Tibiasula o por lo menos honraría su memoria. Por muchos eones estudiaron los elementos, hasta que finalmente hicieron un descubrimiento importante - los elementos que se encontraban dentro de las semillas de la nueva creación, semillas que darían fruto si uno de los dioses se unía con los elementos. Los dioses finalmente habían descubierto el secreto de la vida.

Fardos fue el primero en intentar. Él se unió con el elemento del fuego, y el fuego dio a luz a dos niños: Fafnar, una hija, y Suon, un hijo. Pronto estos dos nuevos dioses tomaron sus lugares legítimos en la creación. Eligieron vivir en el cielo que estaba sobre ella. Y dos soles se levantaron sobre la creación para verter su luz en ella. Desafortunadamente, los dos hermanos eran absolutamente diferentes en carácter, y no consiguieron unirse bien. Mientras que Suon era tranquilo y considerado, su hermana Fafnar era imprudente y salvaje, y ella hacia estragos en el mundo con las llamas que ella producía. Finalmente, Suon perdió la paciencia con su hermana. Él la atacó, y así que una lucha furiosa sobrevino. En esta lucha Suon prevaleció porque él era más fuerte que su hermana, y así que Fafnar comenzó a huir a través de los cielos, intentando alcanzar la seguridad del mundo terrenal donde el fuego, su madre elemental, vivía. Sin embargo, Suon siguió a su hermana incluso a su refugio en el mundo terrenal, Así que Fafnar huyó nuevamente a los cielos. Suon continuó su persecución implacable, y todavía la continúa persiguiendo hasta hoy. Ésta es la razón por la que diariamente ambos soles desaparecen del horizonte por un tiempo, haciendo que la tierra caiga en oscuridad.




Ahora Uman intentó su suerte. Él se unió con la tierra, que como sabemos se llama Tibia. Y la tierra dio a luz a Crunor, el señor de los árboles. Este dios estaba lleno de encanto y de vitalidad. Como Fafnar, su prima caprichosa, Crunor amó su propia forma, pero él era más sabio que ella, y más modesto. Él pronto se hizo creador de cosas vivas, porque estaba inspirado por la creación y por el regalo de la vida. Después diseñó las plantas, de su propia imagen, y las colocó en el cuerpo de la madre Tibia, hasta que cubrieron toda su cara como una ropa hermosa.

Fardos entonces se unió con el aire, y él dio a luz a Nornur, el dios del destino. Nornur envidió la forma orgullosa de Crunor porque él había heredado la fragilidad y la forma delicada de su madre, y de hecho su cuerpo tenía apenas más sustancia que una nube efímera o una canción en el viento. Él pidió que su creativo primo le ayudara a conseguir un cuerpo firme para sí mismo, pero sin importar que tanto intentaron, no encontraron una solución. Nornur era lo que el siempre había sido desde el principio: Un dios etéreo, la sombra de una sombra. Para consolar a su primo triste, Crunor sugirió a Nornur que él, por lo menos creara un poco de ser vivo, que perteneciera a él, as él podría manifestarse a sus sirvientes. Y las arañas entraron en el mundo, criaturas misteriosas y elegantes que podrían tejer telas de gran belleza. Frágil y efímeras, estas telas delicadas se asemejan a la forma efímera de Nornur.

Finalmente, Uman se unió con Sula, el mar, y esa fue la hora, en que Bastesh la amante del mar fue concebida. Ella era excesivamente hermosa, y Uman y Fardos estaban tristes cuando la vieron, porque ella les recordó a Tibiasula, la ancestro divina de Bastesh. ¡Pero cuidado! Su belleza no duraría. Cuando Fafnar, la diosa inútil del sol, contempló a Bastesh, estalló con celos y la atacó con toda la furia de su orgullo dañado. Profundamente hundió sus garras ardientes en el cuerpo frágil de la diosa recién nacida, y de no ser por los otros dioses ella la habría hecho trizas. En ese momento Suon decidió castigar a su hermana por sus fechorías, y como un castigo justo, ella fue condenada a continuar su vuelo eternamente, huir a través de los cielos de Tibia de la furia de su hermano. Bastesh, sin embargo, se recuperó nunca completamente de las heridas terribles infligidas en ella por su celosa prima. Su belleza casi fue arruinada para siempre, tan pronto como vino a este mundo, pero lo peor fueron las cicatrices que ella creó. Ella creció siendo tímida y melancólica, prefiriendo la soledad reservada del océano cuyas aguas son saladas debido a sus heridas incesantes. Sin embargo, aun cuando ella se comunica raramente con el mundo exterior su presencia fue revelada por la abundancia de las criaturas del mar que pronto vinieron a poblar el océano.

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